Como Dios iba a hacer la obra más hermosa de la Creación, se preparó haciendo cosas bellas, para practicar. Hizo las flores... Hizo estrellas... Hizo el amanecer y los crepúsculos. Hizo el rumor del viento entre las frondas. Hizo las aves de mil colores y variados cantos. Y sólo entonces, cuando sintió que tenía ya las manos diestras en formar cosas bellas, hizo la más bella obra entre todas las de la Creación. Es decir, hizo a las madres. El primer hombre se conmovió ante la belleza que en las madres hay, y le dijo a Dios: "Mi Señor Dios, acabas de dar vida a tu obra más perfecta. Al hacer a las madres creaste lo más hermoso, lo más dulce, lo más suave, lo más tierno, lo más amoroso que en el mundo puede haber". …Y eso no es nada, -respondió Dios satisfecho-, ¡espera a que haga a las abuelitas!
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