¡Dios mío, qué solos se quedan los viejos!
Por su aspecto físico, deformes y enfermos,
producen rechazo y helado aislamiento.
Nadie quiere ver que al pasar el tiempo
los cuerpos hermosos toman ese aspecto.
Ellos no tendrán alegres momentos,
la vida ha quedado lejos, lejos, lejos.
No habrá diversión, viajes y paseos.
Soledad y frío son sus compañeros.
¡Dios mío, qué solos se quedan los viejos!
En sus noches largas abrigan los sueños
de amadas escenas de pasados tiempos,
que al despertar abren queridos recuerdos
y hacen brotar lágrimas de gran desconsuelo.
Al amanecer de sus días tétricos quisieran quedarse
por siempre en el lecho, nada les espera,
todo es triste y viejo, la monotonía
es su carcelero.
¡Dios mío, qué solos se quedan los viejos!
Cuando se levantan les duelen los huesos,
con sus piernas débiles arrastran sus cuerpos,
y el vacío rompe la pared del miedo.
Sólo sienten hambre de abrazos y besos.
Así languidecen, apáticos, quietos,
nadie les visita, no suena el teléfono,
dolores y achaques son sus alimentos
y anhelan huir del carnal encierro.
¡Dios mío, qué solos se quedan los viejos!
Antiguos retratos, en su cautiverio,
son puntos de apoyo de sus pensamientos.
Sólo les conforta ver de nuevo a aquellos
seres tan queridos que un día se fueron.
La fe les ofrece divino consuelo,
confían al fin volar a su encuentro.
Entre sus angustias palpita el deseo
de alcanzar la dicha, la paz, el sosiego.
¡Dios mío, qué solos se quedan los viejos!
Ansían gozar de los tiempos nuevos
en el añorado paraíso eterno,
con Dios y la Virgen, con los que perdieron,
y pronto, muy pronto, ¡vivir en el cielo!
Si TIENES A Tus viejos, no los DEJES solos!!!
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